HISTORIA

IMPERIALISMO.


El colonialismo, suele aludir a las primeras fases de la expansión europea, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Las metrópolis controlaron una serie de territorios, explotados económicamente, que alentaron relaciones de subordinación con los pueblos autóctonos de la zona, a los que impusieron sus estructuras y formas de vida. Se impulsó el control de rutas, lugares estratégicos y la creación de zonas de influencia, pero no quedó claramente establecida una conducta de conquista continua y sistematizada.
El imperialismo, a diferencia del anterior, tiene fuertes connotaciones nacionalistas: los estados que lo practicaron pretendían la conquista sistemática de la mayor cantidad posible de territorios con el objetivo de alcanzar el rango de potencias mundiales. No buscaban tanto la transformación cultural de estas zonas como su control político, económico y militar. Este proceso adquirió nitidez en el último tercio del siglo XIX.
Imperialismo, práctica empleada por las naciones o pueblos poderosos para ampliar y mantener su control o influencia sobre naciones o pueblos más débiles. Los estudiosos suelen utilizar este término de forma más específica para referirse únicamente a la expansión económica de los estados capitalistas; otros eruditos lo reservan para caracterizar la expansión de Europa que tuvo lugar después de 1870. Aunque imperialismo y colonialismo tienen un significado similar y pueden aplicarse indistintamente en algunas ocasiones, conviene establecer ciertas diferencias entre ellos. El colonialismo, por lo general, implica un control político oficial que supone la anexión territorial y la pérdida de la soberanía del país colonizado. El imperialismo, sin embargo, tiene un sentido más amplio que remite al control o influencia ejercido sobre otra región, sea o no de forma oficial y directa, e independientemente de que afecte al terreno económico o político.

Historia. El origen del imperialismo se remonta a la antigüedad y ha adoptado distintos modelos a lo largo de la historia, siendo algunos de ellos más frecuentes que otros dentro de un periodo histórico concreto. En el mundo antiguo, la práctica del imperialismo daba como resultado una serie de grandes imperios que surgían cuando un pueblo, que generalmente representaba a una determinada civilización y religión, intentaba dominar a todos los demás creando un sistema de control unificado. El imperio de Alejandro Magno y el Imperio romano son destacados ejemplos de esta modalidad.
Por el contrario, el imperialismo europeo de comienzos de la era moderna (1400-1750) se caracterizaba por ser una expansión colonial en territorios de ultramar. No se trataba de un país que intentaba unificar el mundo sino de muchas naciones que competían por establecer su control sobre el sur y sureste de Asia y el continente americano. Los sistemas imperialistas se estructuraron de acuerdo con la doctrina del mercantilismo: cada metrópoli procuraba controlar el comercio de sus colonias para monopolizar los beneficios obtenidos.
 A mediados del siglo XIX apareció otra variante, el imperialismo del librecambio. Esta modalidad perduró en este periodo pese a que el mercantilismo y la creación de imperios oficiales estaba disminuyendo de forma significativa. El poder y la influencia de Europa, y sobre todo de Gran Bretaña, se habían extendido de manera oficiosa, esto es, haciendo uso de vías diplomáticas y medios económicos, en lugar de seguir canales oficiales como la creación de colonias. Sin embargo, el imperialismo basado en el librecambio desapareció pronto: hacia finales del siglo XIX, las potencias europeas habían vuelto a practicar el imperialismo consistente en la anexión territorial, expandiéndose en África, Asia y el Pacífico.
Desde que terminó la II Guerra Mundial y la mayoría de los imperios reconocidos se disolvieron, ha prevalecido lo que podríamos calificar como el moderno imperialismo económico, donde el dominio no se manifiesta de manera oficial. Por ejemplo, Estados Unidos ejerce un considerable control sobre determinadas naciones del Tercer Mundo debido a su poder económico y su influencia en algunas organizaciones financieras internacionales, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Del mismo modo, las potencias europeas han seguido interviniendo de forma significativa en la vida política y económica de sus antiguas colonias, por lo que han sido acusadas de practicar el neocolonialismo, que consiste en ejercer la soberanía de una nación sin que exista un gobierno colonial oficial.

Justificaciones del imperialismo. Las razones por las cuales los estados han aspirado a crear imperios a lo largo de la historia son de diversa índole, y podrían clasificarse, en términos generales, dentro de tres grupos: económicas, políticas e ideológicas. Asimismo, pueden distinguirse diversas teorías en razón del elemento al que se dé más relevancia.

Los móviles económicos. Los intereses económicos son los más habituales cuando se trata de explicar este fenómeno. Los defensores de esta concepción sostienen que las naciones se ven impelidas a dominar a otras para expandir su economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para dar salida a los excedentes del capital y producción. La teoría más notable que vincula el imperialismo con el capitalismo es la de Karl Marx. Lenin, por ejemplo, consideraba que la expansión europea del siglo XIX era la consecuencia inevitable de la necesidad de las economías capitalistas europeas de exportar su excedente de capital. Del mismo modo, los marxistas contemporáneos explican la expansión de Estados Unidos en el Tercer Mundo basándose en imperativos económicos.

Los móviles políticos. Otros autores hacen hincapié en los condicionantes políticos, y alegan que la razón principal por la que los estados tienden a expandirse es el deseo de poder, prestigio, seguridad y ventajas diplomáticas con respecto a otros estados. Según esta corriente, el objetivo del imperialismo francés del siglo XIX era recuperar el prestigio internacional de Francia después de la humillación que supuso la derrota en la Guerra Franco-prusiana. En este mismo sentido, la expansión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en la Europa del Este a partir de 1945 puede explicarse como una medida de seguridad: la necesidad de protegerse ante otra posible invasión desde la frontera occidental.

Los móviles ideológicos. La tercera explicación se centra en los móviles ideológicos o morales. De acuerdo con esta perspectiva, algunos países se ven impulsados a extender su influencia para difundir sus valores políticos, culturales o religiosos. Uno de los factores que propiciaron la constitución del Imperio colonial británico fue la idea de que era responsabilidad del "hombre blanco" civilizar a los pueblos "atrasados". La expansión alemana que tuvo lugar durante el gobierno de Hitler se basaba en gran medida en la creencia en la superioridad inherente a la cultura alemana. El deseo de Estados Unidos de "proteger al mundo libre" y el interés de la antigua Unión Soviética por "liberar" a los pueblos de la Europa del Este y del Tercer Mundo son también un ejemplo de este tipo de imperialismo.

El imperialismo como respuesta a condicionantes externos.  Por último, otras teorías explican el imperialismo basándose en las circunstancias políticas de las naciones más débiles, en lugar de enfatizar los móviles de las naciones poderosas. La interpretación que ofrecen señala que es posible que las potencias más fuertes no tengan intención de expandirse, pero que se ven obligadas a hacerlo debido a la inestabilidad de otras naciones; los compromisos con los imperios del pasado son la causa de nuevas acciones imperialistas. La conquista de la India emprendida por Gran Bretaña y la colonización rusa de Asia central en el siglo XIX son ejemplos clásicos de este tipo de imperialismo.

Las consecuencias del imperialismo.  Los efectos del imperialismo suelen girar en torno a los aspectos económicos, dado que esta perspectiva es la que prevalece en los debates sobre sus posibles móviles. La polémica surge entre aquéllos que creen que el imperialismo implica explotación y es la causa del subdesarrollo y el estancamiento económico de las naciones pobres, y los que alegan que, pese a las ventajas que proporcionó esta situación a las naciones ricas, también las naciones pobres se beneficiaron, al menos a largo plazo. Es difícil decantarse por una u otra concepción por dos motivos: 1) no se ha llegado a un consenso sobre el sentido del término explotación; 2) no es fácil separar las causas internas de la pobreza de una nación de las que son de índole internacional. Lo que resulta evidente es que el efecto del imperialismo ha sido desigual: unas naciones han obtenido mayores ventajas económicas que otras de su contacto con potencias más ricas. India, Brasil y otros países en vías de desarrollo incluso han comenzado a competir económicamente con sus antiguas metrópolis. Por ello, sería aconsejable examinar la repercusión económica del imperialismo atendiendo a cada caso en particular.
Las consecuencias políticas y psicológicas del imperialismo son igualmente difíciles de determinar. Este fenómeno ha demostrado ser destructivo y creativo a la vez: ha destruido instituciones tradicionales y formas de pensar, y las ha sustituido por las costumbres y mentalidad del mundo occidental, ya se considere esto un beneficio o un perjuicio. 

Preguntas para desarrollar en el cuaderno de Ciencias Sociales:

1) Indicar cuál es la diferencia entre colonialismo e imperialismo.
2) Definir el concepto de NEOCOLONIALISMO.

3) Señalar las causas del imperialismo.
4) Señalar las consecuencias del Imperialismo.

Nota: 
La sección El Triunfo Sta. Teresa debe llevar listo este taller para en día 21 de Abril. Cuidado con copiar literalmente las respuestas tomadas del texto. 

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


¿Qué es una revolución?
Es un cambio rápido y profundo que afecta a las estructuras de una sociedad. Implica, por otra parte, una aceleración del ritmo de las transformaciones históricas.
La Revolución Industrial
Supuso el tránsito de una economía agraria y artesanal a otra marcada por la industria y la producción mecanizada. El cambio se inició en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Durante el XIX se fue generalizado a distinto ritmo por diversos países de Europa, USA y Japón.
En la actualidad muchos países en el mundo todavía presentan estructuras de carácter preindustrial, es decir, no se han industrializado o lo han hecho parcialmente. Hablamos entonces de países en vías de desarrollo. Ello indica que el proceso de industrialización no ha sido ni es uniforme ni sincrónico, no todos los países se industrializaron cuando lo hizo Inglaterra, ni lo hicieron al mismo ritmo ni en las mismas circunstancias.

Una economía de base agraria
Tres cuartas partes de la población activa en Europa se concentraban en el sector primario. La industria era tipo artesanal y conservaba todavía rasgos gremiales. Los talleres artesanos empleaban un reducido número de trabajadores, siendo la maquinaria escasa y las fuentes de energía la humana, animal o la proporcionada por el agua o el viento. La especialización era limitada, lo que significaba que el proceso de trabajo invertido en la creación de mercancías era controlado de principio a fin por una misma persona o un escaso número de operarios.
Predominaba el comercio a larga distancia, los intercambios internos eran escasos y complicados debido a las deficientes comunicaciones y la inexistencia de un mercado unificado.
El desarrollo urbano era escaso. La aldea constituía el centro de organización y producción.
Pocas ciudades superaban los 50.000 habitantes. A mediados del siglo XVIII el ciclo demográfico sufrió significativas alteraciones debidas esencialmente a una disminución de la mortalidad.
Estas transformaciones llevarían consigo un incremento de la población acompañado del trasvase de habitantes desde el campo a la ciudad, lo que repercutió en el desarrollo sin precedentes del URBANISMO.
La estructura de la propiedad era de carácter señorial, cimentada en grandes latifundios cuyos propietarios percibían cuantiosas rentas de carácter feudal procedentes de una gran masa de CAMPESINOS desprovistos de tierras.
Un escaso crecimiento demográfico
Un escaso crecimiento vegetativo, condicionado por altas tasas de natalidad contrarrestadas por altos índices de mortalidad, especialmente infantil.
Un inestable equilibrio entre la población y los recursos. El elemento regulador de la demografía era la mortalidad, estrechamente relacionada con la dependencia de una economía de carácter agrícola. Periódicamente se producían crisis de subsistencias desatadas por el encadenamiento de malas cosechas. La escasez de alimentos originaba hambrunas que a su vez producían enfermedades de carácter epidémico difundidas con gran rapidez entre una población depauperada. La secuela era una mortalidad catastrófica.

En el siglo XVIII Se produjeron ciertos cambios en ese modelo demográfico; así en algunas zonas de Europa (Inglaterra, Francia, también Holanda), hubo un incremento de los excedentes alimentarios y una mejor nutrición, lo que se tradujo en la disminución de hambrunas y epidemias y, consiguientemente, en la reducción de la mortalidad.
Otro factor que influyó en el descenso de la mortalidad, aunque de manera menos determinante, fue un cierto progreso de la medicina.

El resultado fue un crecimiento demográfico que sin embargo no afectó por igual a todo el continente.

El aumento de la población intensificó la demanda de alimentos y manufacturas, también incrementó la disponibilidad de mano de obra, tanto en el campo como en la industria, factores determinantes en el desarrollo de la revolución agrícola e industrial.

La protoindustrialización
A lo largo del siglo XVIII se produjeron significativos cambios económicos que precedieron a la revolución industrial. Estas alteraciones han sido designadas con el calificativo de "protoindustrialización"

Se concretaron en:
  • La expansión del comercio a larga distancia, que estimuló las manufacturas y permitió la acumulación de capitales, parte de los cuales fueron invertidos en la naciente industria moderna.
  • El nacimiento de una industria rural denominada "Domestic System" (industria doméstica) que se desarrolló al margen de las reglamentaciones gremiales.
  • Era una industria de carácter rural que conjugaba el trabajo agrícola con la manufactura casera de textiles. No se desarrollaba por tanto en fábricas.
  • Tenía las siguientes características:
  • El empresario (capitalista) era generalmente un comerciante no un industrial. Proporcionaba materia prima a los campesinos, esencialmente mujeres, y éstas la trabajan en su hogar.
  • El pago se realizaba mediante salario. El campesino no era dueño ni de la materia prima ni del producto resultante, aunque sí lo era de los útiles de trabajo. 
  • La producción trascendía la limitación del mercado local o regional, estaba destinada a la exportación.
  • Esta actividad se desarrolló al margen de la reglamentación de los gremios de artesanos.Dependía del capital mercantil.
  • El proceso de trabajo era sencillo y no requería una maquinaria compleja.
  • Se concentró esencialmente en el sector textil, con la fabricación de mercancías de lana o lino.


LA 1ª REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Lo que conocemos como 1ª R. Industrial se inició en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII. Fue posible gracias a una serie de transformaciones en las estructuras económicas y demográficas:

LA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA INGLESA
A mediados del siglo XVIII Inglaterra contaba con la agricultura más productiva de Europa, debido a que sus estructuras habían sido objeto de una serie de transformaciones favorecidas por una serie de circunstancias:
Cambios en la estructura de la propiedad agraria. Los "open fields" (campos abiertos) son sustituidos por las "Enclosures" (cercamientos).
La puesta en práctica de innovaciones agrarias que posibilitaron el gradual abandono del barbecho a raíz de la aplicación del "Sistema Norfolk", la estabulación del ganado, la introducción de nuevos cultivos (maíz, patata, plantas forrajeras, etc.) y el empleo hacia 1870 de los primeros modelos de maquinaria agrícola (sembradoras, trilladoras).
Debido a estas medidas, entre 1700 y 1800 los rendimientos agrícolas se incrementaron en un 90%.
Consecuencias de la Revolución agrícola
Destacan las siguientes:
  • El crecimiento de sobrantes alimentarios necesarios para satisfacer la fuerte demanda de una población en alza.
  • La disponibilidad de excedentes de mano de obra sobrante del agro, fundamental para satisfacer las crecientes necesidades de una industria urbana en desarrollo.
  • El incremento de los beneficios de los propietarios de tierras, parte de los cuales se invirtieron en las primeras fábricas modernas.

La Revolución demográfica se debió fundamentalmente a dos causas
1. El mantenimiento de unas altas tasas de natalidad (superiores al 40 x mil).
2. El descenso de la mortalidad catastrófica.
Contribuyeron a ello dos factores:
  • La mayor disponibilidad de alimentos y la erradicación de las crisis de subsistencia gracias al incremento de la productividad (Revolución agrícola).
  • Los avances higiénicos, sanitarios (especialmente en el campo de la asepsia) y médicos, constituyendo un importante ejemplo la vacuna contra la viruela (Jenner, 1796). 
Las innovaciones técnicas.
La sustitución de la fuerza humana y animal por la mecánica fue posible gracias a una serie de innovaciones técnicas que se extendieron por Inglaterra a lo largo del siglo XVIII. Los conceptos científicos en los que se basaban ya eran conocidos desde hacía siglos, hecho que contribuyó a que la Primera Revolución Industrial fuese relativamente simple desde el punto de vista técnico y su coste no excesivo.
La novedad radicó en la aplicación de esos conocimientos ya existentes a la producción de bienes materiales.
Los principales campos en los que se produjeron las innovaciones técnicas fueron el de la energía (máquina vapor de Watt), el textil (hilado y tejido del algodón), la metalurgia (altos hornos. etc) y, finalmente, los transportes (locomotora de Stephenson).
La incorporación de las máquinas a la producción sustituyó el trabajo manual y los tradicionales sistemas de fabricación por otros nuevos. El trabajo se trasladó desde los talleres artesanales con un reducido número de operarios a las fábricas, donde máquinas y obreros fueron agrupados en grandes concentraciones.
La división del trabajo derivó en un notable incremento de la productividad así como la disminución de los costes de fabricación, lo que redundó a su vez en la disminución de los precios y en el crecimiento del número de consumidores.
La expansión comercial se inició en Inglaterra, alentada por dos circunstancias:
La consolidación de su mercado interno:
  • Intervino en ello el crecimiento de una población que incrementó la demanda de bienes, la mejora de los transportes y de las vías de comunicación (canales fluviales, carreteras y, más tarde, el ferrocarril), así como la supresión de barreras aduaneras interiores.

La expansión del mercado exterior el cual fue posible gracias a:
  • La ampliación y diversificación del comercio externo, impelido por la demanda de materias primas (algodón) y la exportación de productos industriales (tejidos).
  • La ayuda de una potente marina, tanto mercante como militar.
  • La posesión de un imperio colonial donde adquirir materias primas baratas y exportar la producción de sus fábricas.


El sector textil
La industria del algodón se erigió en la actividad líder de la Primera Revolución Industrial tras incorporar importantes innovaciones a los procesos de tejido e hilado. Desplazó en magnitud a la de la lana.
En 1733 Kay inventó el telar de Lanzadera Volante, que revolucionó el sector del tejido de algodón. Más tarde fue el sector del hilado con la Spinning Jenny de Hargreaves (1765) y la Water Frame de Arkwright (1767) el que polarizó los cambios. En 1779 Crompton inventó la Mule Jenny, fusión entre la Jenny y la Water Frame.

Tres hechos contribuyeron a ese éxito:

  •    La prohibición de importar telas de algodón de la India, principal competidora de Inglaterra.
  •     La existencia de grandes plantaciones de algodón en Norteamérica, explotadas en régimen esclavista que proporcionaban materia prima abundante y barata a las factorías inglesas.
  •     La inexistencia de reglamentaciones gremiales en el proceso productivo, lo que sin duda eliminaba las trabas que sufrían otras actividades.
·  El sector siderúrgico Jugó un papel menos relevante que el textil en los inicios de la industrialización.
La industria del hierro estuvo muy vinculada con la minería del carbón. Fue este mineral (hulla, coque) el que sustituyó a la madera como combustible. Las industrias siderúrgicas se asentaron allí donde había minas de carbón.
Al desarrollo del sector contribuyó la incorporación de nuevas técnicas como el del pudelaje del hierro (Henry Cort, 1783) que permitieron eliminar las impurezas del hierro inglés y emplearlo con mayor eficacia en la producción de bienes.
Mención especial merece el uso del ferrocarril como dinamizador del sector por la gran necesidad de metal para la fabricación de raíles, máquinas y vagones. Esa demanda se incrementará a lo largo del siglo XIX

Una economía mundializada.

La globalización de la economía se produjo como consecuencia de la necesidad de materias primas y el control de nuevos mercados donde vender los excedentes industriales. Las principales potencias se embarcaron en la conquista y control de amplios territorios en África y Asia, ampliando enormemente las relaciones comerciales y conduciendo a una universalización mercantil y financiera.
Sin embargo, las relaciones de producción se sustentaron en la desigualdad entre las potencias industrializadas (monopolizadoras de la tecnología y productoras de manufacturas) y las áreas no industrializadas (proveedoras de materias primas y mano de obra). Este rasgo fue clave en el fenómeno del Imperialismo.
Por otra parte, la competencia colonial entre los países imperialistas se materializó en conflictos que ocuparon buena parte del siglo XIX y los comienzos del XX, hasta culminar en el estallido de la Primera Guerra Mundial.

El nacimiento de una sociedad capitalista dividida en clases.

Frente a la sociedad estamental-feudal, la sociedad de clases supuso en principio, la equiparación de todos los individuos ante la ley. Pero esa igualdad legal no se correspondería con la división social, estructurada en torno a dos clases fundamentales: la burguesía, propietaria de los medios de producción (fábricas, maquinaria, tierras, etc.) y el proletariado (sin propiedades y por ello necesitado de vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario).
Durante las primeras fases de la industrialización y hasta que la legislación social mejorase la situación, el proletariado estuvo sometido a una sobreexplotación que posibilitó a los patronos la acumulación de grandes fortunas.
La promulgación de normas protectoras relativas al trabajo infantil y femenino, la reducción de jornada laboral y la mejora de la salubridad en las fábricas, fueron consecuencia directa de la presión ejercida por el movimiento obrero.
La burguesía se erigió en la clase dominante de esta nueva sociedad, en lugar de los antiguos privilegiados tras una serie de oleadas revolucionarias que se sucedieron a lo largo del siglo XIX y que le permitieron imponer sus formas y valores de vida. La doctrina económica en que se fundamentó tal prosperidad fue el liberalismo.

1) ¿Cuáles eran las condiciones económicas y sociales en Europa antes de la Revolución Industrial?
2) ¿Por qué se dio la Revolución Industrial en Europa?
3) ¿Cuáles fueron las innovaciones técnicas más importantes durante la Revolución Industrial?   
4) ¿Cuáles fueron las consecuencias de la Revolución Industrial?

Nota: Es necesario que lleven las respuestas en sus cuadernos para el dìa 22 de Abril (sólo para la sección Gabriel García Márquez). 

EL LIBERALISMO.


¿Protección u oportunidades? 
La impopularidad de reducir a veces la protección de los más desfavorecidos lleva a los liberales a alegar que resulta perjudicial también para ellos, porque entorpece el crecimiento y reduce las oportunidades de ascenso y el estímulo a los emprendedores. Los críticos, por el contrario, consideran que el Estado puede intervenir precisamente fomentando estos ámbitos en el seno de los grupos más desfavorecidos. 

El liberalismo económico tiende a ser identificado con el capitalismo, aunque este no tiene por qué ser necesariamente liberal, ni el liberalismo tiene por qué llevar a un sistema capitalista. Por ello muchas críticas al capitalismo son trasladadas falazmente al liberalismo.

En la discusión filosófica teórica actual, se suele dar el caso de que un pensador coincida a la vez con las posturas del liberalismo social y el liberalismo económico. En la práctica política, es raro que coincidan.

En general, el intervencionismo económico y el liberalismo social son característicos de la socialdemocracia y el eurocomunismo mientras que el liberalismo económico y el control social son más característicos del llamado neoliberalismo económico, pero la práctica real de la política obliga a atender a muchas circunstancias, aparte de la propia ideología. 

Otras políticas, como el comunismo leninista (especialmente en la época de Stalin) y la autarquía franquista combinaban el intervencionismo económico con un rígido control social. 

También se dan casos en que un mismo grupo de presión pida unas medidas económicas liberales y otras intervencionistas. Por ejemplo, un sector industrial puede reclamar libre circulación de bienes y servicios dentro de un mercado, pero una fuerte protección frente a productores de fuera del país.

Una de las claves: apertura comercial. 

El liberalismo político inspiró la organización del Estado durante el siglo XIX. Pero para conseguir cambiar y consolidar un nuevo sistema de gobierno era precisa una profunda crítica y transformación social y económica, de modo que todos los individuos tuvieran los mismos privilegios y una mayor libertad de actuación.

Contexto histórico.
El conjunto de las transformaciones ideológicas y políticas que se habían desarrollado en Europa y América entre finales del siglo XVII y el fin del Imperio napoleónico (1815) conformaron una corriente ideológica y una doctrina política que conocemos como liberalismo. 

Aunque la palabra «liberal» (amigo de la libertad), parece ser que fue acuñada en España, en las Cortes de Cádiz (1812), en sentido amplio el término «liberal» sirve desde el siglo XIX para denominar un conjunto de ideas que fueron la base y el sustento de los sistemas políticos creados por las revoluciones liberal-burguesas. 

Además de su contenido político o económico, las ideas liberales se plasmaron también en un modo de entender la sociedad y en una actitud hacia las personas y las relaciones sociales. Así, en nombre de la razón y del derecho de todo hombre a vivir libre, los liberales concibieron el universo como una inmensa mecánica cuyos engranajes obedecían a leyes naturales. 

Por ejemplo, cuando Newton descubre las leyes elementales de la física, o Galileo afirma que la tierra gira en torno del sol, no ponen en tela de juicio ningún dogma de la Iglesia, sino algo mucho más radical: la presencia de Dios en cada acontecimiento. 

Cuando los científicos a partir del Renacimiento van descubriendo las leyes de la naturaleza por medio de la ciencia, no niegan la existencia de Dios, al contrario atribuyen al Creador haber dictado esas mismas leyes que ellos simplemente descubren, pero este cambio produce una alteración profunda en la tarea de la búsqueda de la verdad. Hasta entonces, era Dios el que hacía salir el sol todas las mañanas por el este, y nada obstaba a que un día, a su Divino arbitrio, lo hiciera salir por el oeste. 

Al descubrir leyes inmutables de la naturaleza, el «rol» del Creador quedaba limitado al momento de la creación, con lo que estaban afirmando (por cierto de manera muy poco explícita) que el camino hacia la verdad lo brindaban la ciencia y no la teología.

Consideraban que la sociedad estaba compuesta por individuos y no por órdenes, clases o estamentos, y erigieron en doctrina la defensa de la libertad individual. La libertad, que ellos definían como la ausencia de sometimiento a otros, era un bien en sí mismo en todos los campos: civil, religioso, político y económico. La nueva ideología defendía la libertad de comprar, vender, contratar o establecerse, sin otros límites que el propio deseo y el respeto a la libertad de los otros. 

La libertad no podía ser limitada por ningún tipo de autoridad, fuera política o espiritual. Defendían la libertad de pensamiento y denunciaban todo intento de limitar la libertad de conciencia y de creencias. Reclamaban el derecho a la libre reunión, a la asociación, a la expresión de las ideas, a la manifestación y a la libertad de prensa. Asimismo, consideraban que la religión debía ser una convicción personal y no un asunto de la vida pública. Se podía creer o no en Dios y ser igualmente un buen ciudadano. Disociaban, por tanto, lo temporal de lo espiritual y defendían un Estado laico, no confesional. 

Y más libre comercio. 

Haciendo un poco de historia, se observa que en Francia existía lo que luego se denominó el «antiguo régimen». Un rey absoluto y una serie de nobles cortesanos que gozaban de toda clase de prerrogativas. El lujo del palacio de Versalles se lograba a costa de impuestos que sometían a la miseria a la mayoría de la población. El alto clero (obispos y cardenales) y la nobleza eran una pequeña minoría, pero monopolizaban el poder económico y político del reino. Por eso, el liberalismo en Francia se destaca por su carácter político. Buscan llegar a una forma de gobierno democrática y consagrar los derechos individuales. 

Por lo tanto, los liberales rechazaban todo poder absoluto y desconfiaban de los poderes constituidos. Eran partidarios de un régimen parlamentario con garantía de derechos y separación de poderes. Cada uno de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) equilibraba a los otros dos. El poder no podía manifestarse bajo la forma de decisiones arbitrarias que provinieran de una autoridad que se reclamaba de derecho divino. Los liberales no eran hostiles a la monarquía, siempre que fuera constitucional y que los monarcas reinaran, pero no gobernaran. 

Los lujos de Versalles.
Toda decisión debía emanar de una Asamblea elegida por sufragio, que representaba la voluntad general de la nación y para la que defendían una gran cantidad de prerrogativas. La voluntad de la nación debía expresarse mediante la elaboración de leyes y debía ser la ley la que rigiera la vida pública. La Constitución era la gran ley, el marco que regulaba las relaciones entre los ciudadanos de un Estado y garantizaba sus derechos. 

Pero además, para el liberalismo, las leyes debían garantizar el ejercicio individual de las libertades individuales frente al poder del Estado y se definía la libertad política como el conjunto de garantías del ciudadano ante los poderes públicos. Los liberales deseaban un Estado que respetara las libertades y que hiciera aplicar una ley igual para todos. 

En Inglaterra la aristocracia inglesa venía arrancando concesiones a los reyes desde la Edad Media. La célebre Carta Magna de 1215 limitaba seriamente el poder real a favor del Parlamento. En 1679 el rey se había visto forzado a firmar el "bill de habeas corpus", y diez años después debieron firmar la «declaración de derechos» que reducía aún más el poder real y reconocía algunos derechos de los ciudadanos. 

En el siglo XVIII el parlamento tenía cada vez más poder y surgieron dos partidos políticos que disputaban las bancas mediante el voto de los ciudadanos. Inglaterra era vista en toda Europa como un modelo de libertad y tolerancia, a pesar de que había tenido persecuciones religiosas y otras atrocidades. Ya en el siglo XVIII la preocupación de los ingleses no era el poder real, sino la riqueza, los inventos y el comercio monopólico con sus colonias que condujo a la revolución industrial.

El liberalismo político.

Juan, Sin Tierra, firmando la carta Magna, en 1215 
El liberalismo es una filosofía política orientada hacia la salvaguardia de la libertad del individuo, justificación última de la sociedad política. Esta libertad individual no puede depender de la decisión exclusiva del rey, que tendría la facultad de revocarla; el titular último del poder es el pueblo. El poder popular, o la soberanía nacional, que es la expresión utilizada, implica la limitación de las facultades de los reyes, mediante constituciones, en las cuales se consignan las garantías de los ciudadanos y la división de los poderes, que nunca deben estar concentrados. 

En 1830 Thiers, en un artículo famoso, formula el principio de que el rey reina, pero no gobierna. El derecho a legislar corresponde únicamente a los parlamentos y los ciudadanos no están obligados a cumplir más que lo que las leyes disponen, conforme a la interpretación que de ellas hacen jueces independientes. 

Como doctrina, el liberalismo nació en Inglaterra, en la revolución de 1688, y no dejó de evolucionar y enriquecerse en contenido teórico hasta el Acta de Reforma de 1867, que amplió decisivamente la base electoral. La ilustración es todo un símbolo, porque no se deciden ya las grandes cuestiones políticas en los salones de los palacios o en las cámaras reales sino que se debaten en los parlamentos. Y quienes se sientan en ellos deben su poder a una decisión libre de los votantes. Por otra parte los debates parlamentarios exigen a los oradores que previamente estudien las cuestiones, reúnan datos estadísticos, lean la correspondencia que les remiten los ciudadanos. Con toda justicia puede afirmarse que en el Parlamento de Londres nació la democracia contemporánea.

Los ciudadanos no constituyen un conjunto homogéneo sino que se agrupan en partidos, cuyos líderes pueden acceder, tras el resultado de las elecciones, a los parlamentos. Los pueblos continentales poseían escasa experiencia del funcionamiento de los partidos, para los que en principio sólo encontraban un antecedente en el funcionamiento de los clubes de la Revolución Francesa, pero pronto se forjaron estos grupos de orientaciones divergentes —reaccionarios, moderados, independientes, revolucionarios— que convierten la vida política en un juego de tensiones, propaganda y sucesión de programas y gestiones de gobierno. 

Libertad de prensa. 

Con el mismo propósito de impedir concentraciones de poder el liberalismo postula las autonomías provinciales y municipales, en merma de la jurisdicción de los poderes centrales. 

Finalmente la libertad del individuo está garantizada, frente a cualquier abuso, por una serie de derechos que regulan todos los códigos; integridad personal y familiar, libertad religiosa y de industria, protección de la propiedad. Y un derecho imprescindible de tipo social, libertad de prensa, proclama de todas las revoluciones, porque sólo mediante la concurrencia de una prensa libre se pueden expresar los partidos y decidir en elecciones los ciudadanos entre las varias opciones que se les ofrece. 

Un texto de Benjamín Constant, de su obra De la libertad de los antiguos comparada a la de los modernos, ofrece uno de los resúmenes más claros de lo que es el liberalismo político: “La libertad es el derecho que cada uno tiene a estar sometido sólo a las leyes, de no ser detenido, encarcelado ni condenado a muerte o molestado, en cualquier forma que sea, por el capricho de uno o más individuos. Es el derecho que todos tienen a expresar su opinión, a seguir sus inclinaciones, a trasladarse de un lugar a otro, a asociarse. Es, finalmente, el derecho a influir sobre la marcha del Estado, bien sea nombrando todos o parte de los funcionarios, bien aconsejando o preguntando, o mediante las peticiones que la autoridad esté más o menos en la obligación de tomar en consideración”. 

Otra manera de restringir el poder estriba en limitar su actuación al campo estricto de la política, postulando su no intervención en las actividades económicas y sociales; es la doctrina del laissez faire, laissez passer. Nos encontramos aquí con una de las insuficiencias del liberalismo, cuya concepción del Estado-gendarme, que sólo interviene en los casos de flagrante delito, centra sus funciones en el mantenimiento de la libertad individual y descuida el ámbito de la justicia social. 

El liberalismo aparecerá así como un movimiento inoperante para enfrentarse a las contradicciones y problemas de la Revolución Industrial —otras ideologías más revolucionarias surgen como banderas ante los problemas sociales— y por otra parte, por su negación de la soberanía real y su exigencia de consignar en textos escritos los derechos ciudadanos, es considerado como ideología subversiva por los monarcas de la Restauración. 

Desarrollo sostenido. 

El liberalismo comporta la destrucción del antiguo orden político, en este sentido es revolucionario; despreocupado de las estructuras sociales se convierte en ideología de una clase, la burguesía, en este sentido es conservador. René Remond ha reflejado esta ambivalencia: 

“Una vez y otra, revolucionario y conservador, subversivo y conformista. Los mismos hombres pasarán de la oposición al poder, los mismos partidos del combate contra el régimen a la defensa de las instituciones."

El temor a la revolución social inclina a los liberales a interpretar en sentido restrictivo la soberanía nacional, con la negación del sufragio universal; sólo poseen derecho de voto los grupos con un determinado nivel de riqueza o de cultura, la burguesía del dinero y del talento. Constitución escrita, monarquía limitada, elecciones y partidos políticos, sufragio censatario, descentralización, igualdad jurídica y desigualdad social son rasgos que perfilan las sociedades políticas del liberalismo europeo. 

Ideas del Liberalismo:

  • Interpreta la naturaleza humana y supone que con mayores cuotas de libertades se alcanzan mayores niveles de prosperidad.
  • El hombre obtiene más beneficio haciendo lo que se le plaza, que sometiéndolo para que haga lo que a otros les place.
  • El ejercicio de la libertad individual es el camino ideal para el bienestar del individuo.
  • Las relaciones entre los individuos deben ser controladas y regidas por una norma nacional, la Constitución, que garantizará los derechos toda la sociedad.
  • Cada individuo es responsable de sus actos y deberá respetar los derechos de sus semejantes.
  • Todos los hombres nacen libres e iguales ante la ley.
  • La tolerancia y la razón son los pilares fundamentales de la ideología liberal.
  • El individuo buscando su progreso individual (usando su libertad, talento y conocimiento) ira formando una sociedad mejor.
  • La religión es una convicción personal y nada tiene que ver con el estado, se puede creer o no en Dios, pero igualmente se es un buen ciudadano.
  • Se deben liberar todas las fuerzas creativas de la sociedad, la cual se ira construyendo de manera positiva, mejorando día a día.
  • En lo político defienden la separación de los poderes, la soberanía nacional y el sufragio universal.
  • La oferta y la demanda condicionan los mercados.
Liberalismo económico.

El inicio del liberalismo económico está en su lucha contra el sistema económico político absolutista. Con su habitual agudeza Voltaire reivindica la virtud del empresario contra la nobleza ociosa en estos términos: «el negociante oye hablar tan a menudo con desprecio de su profesión que es lo suficientemente tonto como para enrojecer de ella. No sé, empero, quién es más útil a un Estado, un señor bien empolvado que sabe precisamente a qué hora el rey se levanta, a qué hora se acuesta, y que se da aire de grandeza haciendo el papel de esclavo en la antecámara de un ministro, o un negociante que enriquece a su país, desde su despacho dando órdenes a Surate y al Cairo contribuye a la felicidad del mundo.» 

También tuvieron que luchar contra las teorías mercantilistas que defendían la regulación de la economía por el Estado. La libertad económica tiene su base en el conocimiento de la realidad que sólo los empresarios y comerciantes tienen. 

Durante la primera fase de la Revolución Industrial el liberalismo político define un modelo de Estado; una teoría similar trata de definir un modelo de economía. Se considera a Adam Smith, con su obra La riqueza de las naciones (1776), como el fundador del liberalismo económico y el iniciador del período de los llamados economistas clásicos. El propósito de Smith, como el de los fisiócratas y los mercantilistas, era descubrir el procedimiento de enriquecer al Estado, como demuestra su título, pero llega al convencimiento de que es condición previa el enriquecimiento de los individuos, y éste es el meollo de su obra: “Cuando uno trabaja para sí mismo sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja para el interés social”, es su axioma de la armonía entre el interés particular y el general. 

Adam Smith es el gran panegirista de la libertad económica; para él es inútil la intervención del Estado, que habían predicado los mercantilistas; el orden se establece por sí mismo, por el juego de la oferta y la demanda. Si un producto es solicitado sube el precio y se favorece su elaboración, con lo que todo vendedor es retribuido según la importancia de los servicios que presta; la actividad concurrente garantiza el orden, la justicia y el progreso de la sociedad.

La llamada doctrina del laissez faire llena una etapa del pensamiento y de la actividad económica. En su base se esconde una glorificación de la libertad: el mercado se regula por libre concurrencia, el trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra se desplaza libremente, el contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros. 

La industrialización en China 

El papel del Estado se reduce a defender la libertad de una actividad económica autónoma de cualquier regulación política. Los críticos de la escuela clásica distinguieron, como Sismondi, entre la libertad teórica y la real, que suponía igualdad. 

Laissez faire («dejar hacer, dejar pasar»).

Una característica del liberalismo económico es la que indica al Estado que debe «dejar hacer, dejar pasar» es decir no intervenir. El mayor abanderado de esta idea es Bentharn: «el gobierno no puede hacer nada más que lo que podría hacer para aumentar el deseo de comer y de beber. Su intervención es perfectamente inútil.» y agrega: «Los impuestos no deben tener otro objetivo que su objetivo directo: el de producir una renta disminuyendo el gravamen tanto cuanto sea posible. Cuando se quiere hacerlos servir como medios indirectos del estímulo o de restricción para tal o cual especie de industria, el gobierno, como lo hemos visto ya, no consigue más que desviar el curso natural del comercio y dar la dirección menos ventajosa a los negocios.» 

¿Cómo es que esta libertad económica absoluta puede regular la economía de una Nación? Mediante la ley de la oferta y la demanda que los liberales clásicos consideran una ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la gravedad. Cuando un producto es demandado por la gente en cantidades superiores a las existentes el precio sube. Al subir, algunos compradores se retraen y destinan su dinero a otros productos. Al ver esos precios más altos, los poseedores del capital invierten en producir esa mercadería que ahora se ha vuelto muy rentable y por su competencia hacen que el precio baje. De esa manera la ley de la oferta y la demanda no sólo regula el precio de las mercaderías sino que reasigna el uso de los capitales y la mano de obra a aquellos que más demandan los consumidores. Cuando el Estado interviene fijando el precio de un producto, o colocando impuestos diferenciales a determinadas mercadería, destruye ese equilibrio natural y determinados productos sobrarán y otros escasearán. Cada vez que se fijan precios máximos, se produce desabastecimiento.

Industrialización occidental. 

Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la mano invisible que rige el mundo económico y a la larga equilibran la producción y el consumo de los diversos artículos. Toda barrera artificial, incluso entre las naciones, que dificulte las leyes de mercado, debe ser abolida; se postula el incremento del comercio internacional, principio que calza perfectamente con las necesidades de las potencias industriales. 

Para decirlo en términos más modernos, el Estado se debería limitar a mantener el orden y hacer cumplir los contratos que las partes firmen libremente. Todo lo demás debería quedar librado a las leyes de la economía. Cada individuo deberá trabajar y ahorrar para educar a sus hijos, para enfrentar enfermedades y accidentes, y para mantenerse en la vejez y la invalidez.

Se considera factor imprescindible del desarrollo la acumulación de capital, al que se exalta como rector y benefactor de la sociedad. Adam Smith escribe: “La industriosidad de la sociedad sólo puede aumentar en proporción al aumento de su capital”. De esta forma la doctrina del beneficio ilimitado queda canonizada. 

El pensamiento liberal centra su preocupación en la trilogía ganancia, ahorro, capital. El interés individual y el social coinciden siempre, asegura Adam Smith; más lejos llega Malthus cuando condena la asistencia a los desvalidos por ser perjudicial para la sociedad; la felicidad general no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera la benevolencia”. 

La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización, la creación de mercados mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de empresas gigantescas, dimensiones todas que se reflejan en la segunda fase de la Revolución Industrial; pero separó la ética de la economía y se despreocupó de los problemas sociales de la industrialización. 

Individualismo Económico: Cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en común: pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el empleo más útil a la sociedad como tal (...). 

Todo sistema de preferencia extraordinaria o de restricción, se debe mirar como proscrito, para que de su propio movimiento se establezca el simple y obvio de la libertad laboral, mercantil e industrial. 

Todo hombre, con tal de que no viole las leyes de la justicia, debe quedar perfectamente libre para abrazar el medio que mejor le parezca para buscar su modo de vivir y sus intereses; y que puedan salir sus producciones a competir con las de cualquier otro individuo de la naturaleza humana. 

Adam Smith: “La riqueza de las naciones” (1776). 

Adam Smith: El gran economista nació en una pequeña ciudad pesquera próxima a Edimburgo. Estudió en las Universidades de Glasgow y Oxford y fue catedrático de Glasgow y tutor, en Francia, del duque de Buccleuch. En 1776 se publicó su obra más importante: “La riqueza de las naciones”. 

De esta obra magna se han destacado tres cosas: la abundancia de sus datos económicos, reunidos a lo largo de muchos años de lecturas; el esfuerzo por interpretar esos datos, presentando la naturaleza del proceso económico en términos de competitividad y mercado; la severa crítica del gobierno y la sociedad, abogando por cambios que permitieran el progreso de las naciones. Su influencia sobre el pensamiento económico posterior ha sido gigantesca.

Ideas básicas del liberalismo económico. 

Para los fisiócratas el origen de la riqueza de un estado es la tierra y su explotación, para los mercantilistas el origen de la riqueza en la exportación (venta) de su producción y la acumulación de capital y para los liberales el origen de la riqueza es el trabajo.

Afirma que el hombre busca el reconocimiento social, y que además es un ser ambicioso y egoísta, que desea crecer y progresar para lograr un bienestar. Pero no puede lograrlo individualmente por lo que se relaciona socialmente tratando de obtener mercancías que algunos de sus semejantes ya poseen. Para ello agudiza su ingenio y usa su talento y conocimiento para producir otras mercancías que a otros les puede interesar y así poder intercambiarlas o venderlas. Nace de esta manera el mercado comercial.

Para producir esas mercancías debe trabajar, por lo tanto el origen del progreso económico es el trabajo.

Debe fabricar gran cantidad de esos productos para obtener mayores ganancias y de esta manera deber organizar el trabajo, lo que obliga a la eficiencia y productividad.

El salario es lo que paga a un obrero por su trabajo y la ganancia es lo que obtiene de la venta de los productos fabricados.

La cantidad de trabajo que se emplea para producir un producto es el precio natural o el precio mismo. La ley de oferta y demanda determina el precio efectivo de ese producto. El mercado se auto-regula de forma transparente, es "como una mano invisible" que va acomodando los precios de las mercancías en venta.

La acumulación de esa ganancia es el motor del capitalismo que lleva al progreso de la sociedad. Buscando el propio bienestar va construyendo una sociedad mejor. 

Para que el sistema funcione es fundamental que la sociedad esté ordenada y en armonía y el Estado debe garantizar ese orden mediante una Constitución.

El Estado no debe intervenir en la economía, "dejar hacer, dejar pasar", producir y exportar sin barreras y regulaciones.

Preguntas:

1) Buscar aquellas palabras que nos son extrañas.
2) ¿Cuáles son las carácteristicas del liberalismo?
3) ¿Cuáles fueron las cuasas del liberalismo?
4) ¿Cuáles fueron las consecuencias del liberalismo?

LA REVOLUCIÓN FRANCESA.


1. Introducción
Francia fue a mediados del siglo XVIII un claro ejemplo de la sociedad europea de esa época. Tras una máscara que ostentaba riqueza y poder, Francia ocultaba una gran cantidad de pequeños conflictos sociales y políticos próximos a estallar. Uno de esos problemas era el absolutismo ejercido por Luis XVI y por sus antecesores, otros motivos fueron la desigualdad social, los
obstáculos económicos, las malas cosechas que provocaron el hambre y las rebeliones populares.
El significado de la palabra revolución es inquietud, alboroto, sedición, grave alteración en un Estado; cambio violento en las instituciones políticas de una nación. Estas dos definiciones pueden aplicarse a la revolución francesa, en la que reinaron la violencia, la ansiedad y en algunos momentos la paz y la reflexión. Los diez años durante los que se extendió la revolución fueron muy importantes para Francia, ya que en su transcurso todas las asambleas y convenciones con sus respectivas consecuencias, buenas o malas, cambiaron la historia política y social de Francia y del resto de Europa y América. La influencia de la Revolución Francesa fue enorme. El gobierno, la economía y las relaciones sociales fueron modificadas por ella, no sólo en Francia sino en gran parte de Europa. Sus ideas y sus hechos repercutieron en el resto del mundo.

2. Transformaciones de la revolución
Caída del absolutismo. Una de las reformas producidas por la revolución, fue el paso del absolutismo monárquico a la monarquía parlamentaria y la república. El absolutismo es el sistema político en el que se confiere todo el poder a un solo individuo o a un grupo. En el caso del absolutismo monárquico ese único individuo es el rey. En Francia, el absolutismo lucía claramente sus excesos. El poder se hallaba en manos de Luis XVI: joven bien intencionado, pero de modestas condiciones intelectuales, irresoluto y excesivamente influido por María Antonieta, su esposa y por el círculo de amigos y cortesanos que le rodeaban.

En 1778, Luis XVI se vio obligado a convocar a la cámara de representantes de la nación, conocida como los Estados Generales. Este órgano se convirtió en Asamblea Constituyente. El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla y retuvo a la familia real en el palacio de las Tullerías. Luis juró obediencia a la nueva Constitución francesa en julio de 1790, pero siguió conspirando en contra del gobierno revolucionario.

El 3 de septiembre la Asamblea Constituyente aprobó la Constitución. Por primera vez en la historia de la humanidad se definían por escrito los derechos y obligaciones de gobernantes y gobernados, y se organizaba el poder del Estado. En Francia se conservó la monarquía que pasó de absolutista a parlamentaria. El rey obtuvo el derecho del veto, o sea, la posibilidad de oponerse a las leyes adoptadas por la Asamblea. El cuerpo legislativo era unicameral. Aparece una división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).

El 21 de septiembre de 1792, al iniciar sus sesiones, la Convención Nacional declaró la abolición de la monarquía y la proclamación de la República. Así Francia se convirtió en el primer Estado Nacional republicano de las potencias europeas.

Aunque esta primera República francesa no duró mucho, su repercusión en la sociedad francesa y en general en la europea fue continua.

Aunque estos nuevos sistemas se basaban en la soberanía popular, es decir, en el poder del pueblo; en realidad estuvieron controladas por la burguesía rica, que excluyó de la participación política al resto de la población.

La monarquía parlamentaria, tal fue la que se implementó en Francia, fue más beneficiosa que la anterior. Esta nueva monarquía produjo que trocaran los nobles por la burguesía rica, siendo esta la clase social más influyente en el gobierno. Pero dejando de lado que las clases más bajas no tuvieran demasiada participación, el Estado ya no podía cometer los excesos de antaño y se puso fin a los privilegios de la aristocracia y el clero.

La república, forma de Estado basada en el concepto de que la soberanía reside en el pueblo, quien delega el poder de gobernar en su nombre a un grupo de representantes y elegidos, fue implantada en Francia por la Convención que designó al jacobino* Maximilaiano Robespierre como gobernador. Al ejercer este una férrea dictadura a causa de la guerra contra Austria y otros países, los franceses comenzaron a temer a esta mal ejercida forma de gobierno, por eso fue que durante esa época no pudieron apreciarse las ventajas de vivir en una República.

3. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
Si bien no fue una consecuencia de la Revolución ya que sucedió en el transcurso de ésta, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, fue uno de los primeros hechos desencadenados por ella.

El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente aprobó un documento que contenía las ideas políticas de la burguesía: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Éste fue redactado a fin de proporcionar un marco previo a la redacción de una constitución en los primeros momentos de la Revolución Francesa.

Este documento revistió una doble importancia: no sólo se convirtió en la base de la futura Constitución sino que también expresó la tendencia universal de la Revolución Francesa.
Un elemento fundamental en este documento es que afirma que la fuente del poder es la Nación, no Dios; con ello eliminó el fundamento del absolutismo real e inauguró un tipo de gobierno en el que el poder reside en el pueblo. Antes de esta Declaración, los reyes asumían el mando por Derecho Divino, es decir que eran reyes porque eran representantes de Dios y de Él recibían su derecho a reinar y gobernar. La Declaración planteó que los reyes deberían ser elegidos por el pueblo y no por Dios como supuestamente se hacía.

La Declaración definía los derechos naturales del hombre entre los que se consideraban básicos la libertad (individual, de pensamiento, de prensa y de credo), la igualdad (que debía estar garantizada al ciudadano por el Estado en los ámbitos legislativo, judicial y fiscal), la seguridad y la resistencia a la opresión. También proclamaba el respeto por la vida y la propiedad como los fundamentos del Nuevo Estado. Esta declaración fue un manifiesto para las clases medias que controlaban la Asamblea y para todos los liberales europeos del siglo siguiente.

Aunque los principios fundamentales exhibidos por la Declaración constituyeron las bases del liberalismo político del siglo XIX, no fueron aplicados en la Francia revolucionaria: el monarca no aceptó que sus anteriores súbditos fueran ahora soberanos y la Asamblea legislativa aceptó el veto del rey. Al cabo de tres años, se abolió la monarquía y se estableció la república. Otras dos declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano fueron aprobadas posteriormente durante el transcurso de la Revolución Francesa. La Declaración de 1793 tuvo un carácter más democrático (defendía el derecho a la sublevación frente a la tiranía y prohibía la esclavitud) y precedió a la Constitución de 1793. La Declaración de 1795 fue más próxima a la de 1789.

La Declaración tuvo una gran repercusión en España y en la América española y fue uno de los elementos fundamentales que estimularon la implantación de las nuevas ideas.
Como se dijo antes, la Declaración no obtuvo directamente sus consecuencias ya que no fue aceptada por el rey. Pero poco a poco fue llevando al pueblo francés a un tipo de gobierno cada vez más cercano a la democracia.

La Declaración ayudó también a la difusión y propagación de las nuevas ideas (forma de pensamiento nacida en el siglo XVII que pretendía un mejoramiento de la Humanidad guiada por la Razón Iluminada y se basaba, entre otros, en los siguientes ideales como metas de gobierno: soberanía popular, igualdad social, libertad personal, garantía de justicia y tolerancia religiosa). Esta influencia, sumada a otros acontecimientos, produjo que en algunas colonias españolas americanas surgiera la idea de independización, tal es el caso del Virreinato del Río de la Plata.

Aunque su verdadera aplicación tardó bastante tiempo se puede decir que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue muy beneficiosa para Francia, el resto de Europa y toda América.

4. Nacionalización de los Bienes de la Iglesia
Los problemas financieros que soportaba Francia llevaron a la nacionalización de los bienes del clero. La medida fue propuesta a la Asamblea Constituyente por Telleyrand, obispo de Autun: incautar los bienes eclesiásticos y proclamarlos bienes nacionales. Con su venta se pensaba resolver los problemas económicos del Estado.

Los servicios públicos a cargo de la Iglesia pasarían a manos del Estado; los sacerdotes recibirían un sueldo del gobierno, como cualquier otro funcionario.

La venta de los bienes nacionalizados comenzó en marzo de 1790: se transfirieron una gran cantidad de tierras, que fueron compradas por burgueses y campesinos acomodados. De esta manera se aseguraba también la fidelidad de esos grupos a la revolución.
Otras medidas de la Asamblea desataron un grave conflicto: la abolición de las órdenes religiosas y la "constitución civil del clero", votada el 12 de julio de 1790.

Esta última medida reorganizó al clero secular: modificó los límites de las diócesis y estableció la elección popular de los obispos, como ocurría con los otros funcionarios, además de otras reformas.
El Papa rechazó la constitución civil del clero y condenó como impía la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En estas decisiones influyeron razones políticas, además de las religiosas: algunas potencias católicas, en especial España, alentaron la oposición del Papa a la Francia revolucionaria.

La reforma eclesiástica creó una iglesia nacional francesa, separada del papado y desencadenó un conflicto religioso que resultó muy favorable a los contrarrevolucionarios. El 27 de noviembre de 1790 la Asamblea exigió a los sacerdotes que prestaran juramento de fidelidad a la constitución del reino (incluyendo la constitución civil del clero, que la integraba). Sólo siete obispos juraron; entre los sacerdotes surgieron dos bandos, aproximadamente iguales en número, aunque desigualmente distribuidos: los juramentados o constitucionales fueron mayoría en el sudeste del país; los refractarios en el oeste.

Los curas refractarios se sumaron a la contrarrevolución. Su tradicional influencia sobre la población campesina hizo de ellos un enemigo peligroso.

Fue una buena decisión la nacionalización de los bienes de la Iglesia, ya que de esa manera se solucionó gran parte del problema económico de Francia, sobre todo de las clases sociales más pobres. También fue acertada la decisión del pago de sueldos a los sacerdotes ya que así la Iglesia no tendría privilegios con respecto a los otros funcionarios del gobierno. Con respecto a la creación de la Iglesia Nacional Francesa, no fue buena, ya que provocó hechos que no fueron beneficiosos para la religión católica, como luego ocurriría después, que Robespierre implantaría el culto a la diosa Razón y al Ser Supremo, forma de religión relativamente alejada del cristianismo.

5. Conclusión. 
La Revolución Francesa tuvo una gran cantidad de consecuencias, grandes (como las vistas en el desarrollo) o de menor relevancia (como la implementación de un sistema de pesos y medidas uniforme en toda Francia).

Los resultados de la Revolución fueron en general buenos, salvo los que provocaron la separación de la Iglesia Católica francesa. La mayoría de estas consecuencias provocó mejoras en los sistemas sociales, políticos y económicos de Francia. Por eso, haciendo un balance, se puede decir que la Revolución Francesa fue muy beneficiosa para Francia.
Los ideales revolucionarios pasaron a integrar la plataforma de las reformas liberales de Francia y Europa en el siglo XIX, así como sirvieron de motor ideológico a las naciones latinoamericanas independizadas en ese mismo siglo, y continúan siendo hoy las claves de la democracia.

6. Documentos.

Declaración De Los Derechos Del Hombre Y Del Ciudadano.
Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente a todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin que los actos del poder legislativo y los del poder ejecutivo, pudiendo ser a cada momento comparados con el objeto de toda institución política, sean más respetados; a fin de que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas en la sucesiva sobre principios incontestables, concurran siempre al sostenimiento de la Constitución y a la felicidad general:

En consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano".
Artículo 1º - Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Artículo 2º - El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales o imprescindibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3º - El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación; ningún grupo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane expresamente de ella.
Artículo 4º - La libertad consiste en poder hacer lo que no perjudique a otro. Así el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene más límites que los que aseguren a los demás miembros de la sociedad el goce de esos mismos derechos. Estos límites sólo pueden ser determinados por la ley.
Artículo 5º - La ley sólo tiene el derecho de prohibir las acciones perjudiciales a la sociedad. Todo lo que no está prohibido por la ley, no puede ser impedido, y nadie puede ser obligado a hacer lo que la ley no manda.
Artículo 6º - La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho de concurrir personalmente, o por medio de representantes a su formación. Debe ser igual para todos, tanto en la protección como en el castigo. Todos los ciudadanos son iguales ante la ley, e igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos según su capacidad, y sin otra distinción que sus virtudes y sus conocimientos.
Artículo 7º - Nadie puede ser acusado, preso no detenido, sino en los casos determinados por la ley, y según las formas por ella prescriptas. Los que soliciten, despachen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias, serán castigados, pero todo ciudadano citado o preso en virtud de la ley, debe obedecer al instante, haciéndose culpable en caso de resistencia.
Artículo 8º - La ley no debe establecer más penas que las estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida o promulgada con anterioridad al delito, y legalmente aplicada.
Artículo 9º - Siendo considerado como inocente todo hombre hasta tanto no haya sido declarado culpable, si se juzga indispensable detenerle, será severamente reprimido por la ley todo rigor que no sea absolutamente necesario para asegurarse de su persona.
Artículo 10º - Nadie puede ser molestado por sus opiniones incluso las religiosas, con tal que su manifestación no altere el orden público establecido por la ley.
Artículo 11º - La libre emisión del pensamiento y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre. Todo ciudadano puede, pues, hablar, escribir, imprimir libremente, pero es responsable del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley.
Artículo 12º - La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una fuerza pública. Esta fuerza está, pues, instituida para beneficio de todos, y no para la utilidad particular de aquellos a quienes está confiada.
Artículo 13º - Para la conservación de la fuerza pública, y para los gastos de administración, es indispensable la contribución común que debe ser repartida entre los ciudadanos en razón de sus medios.
Artículo 14º - Los ciudadanos tienen el derecho de comprobar por sí mismos o por medio de sus representantes la necesidad de la contribución pública, de consentirla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su cuota, su reparto, su recaudación y su duración.
Artículo 15º - La sociedad tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.
Artículo 16º - Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes determinada, carece de constitución.
Artículo 17º - Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella, sino cuando la utilidad pública legalmente comprobada, lo exija evidentemente, y bajo la condición de una justa y previa indemnización.

¿La mujer participó en la Revolución Francesa? Si te interesa encontrar una posible respuesta, puedes utilizar este enlace.
http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd99/ed99-0257-01/olimpia.html

INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA


Jose Gervasio Artigas, Manuel Belgrano, José de San Martín, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, José Miguel Carrera Verdugo, Bernardo O´Higgins, Miguel Hidalgo, José María Morelos, José Antonio Páez, Antonio José de Sucre, Vicente Guerrero, Agustín de Iturbide, José Matías Delgado, Juan Argüello... ¿Sabes qué tienen en común estos personajes? Dos cosas: todos ellos nacieron cuando sus países estaban bajo el dominio colonial español, y todos ellos lucharon por lograr la independencia latinoamericana.

¿QUÉ FUE LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA?
Fue un proceso político y militar que tuvo lugar entre 1808 y 1826, y que se desarrolló en casi todos los territorios americanos gobernados por España. El resultado final fue la independencia de la inmensa mayoría de las posesiones coloniales españolas. Se ponía así fin al dominio que los reyes españoles habían tenido sobre gran parte del continente americano desde el siglo XVI. A partir 1826, solo quedaron bajo la soberanía española las islas de Cuba y Puerto Rico.

CAUSAS DE LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA
Generalmente, las causas que impulsaron la independencia de Latinoamérica se dividen en dos grupos: internas y externas.
Causas internas. La sociedad latinoamericana había llegado a un punto de gran descontento como consecuencia de la colonización española. ¿Por qué? Por factores tales como la corrupción administrativa, el trato dado a los indígenas, la expulsión de los jesuitas en 1767 (lo que interrumpió su labor en tierras americanas), la desigualdad entre criollos y españoles o el establecimiento de un régimen de monopolios que dificultaba el desarrollo de la economía americana. En esta situación, las ideas liberales y revolucionarias se difundían en las universidades, las academias literarias y las sociedades económicas y patrióticas.
Causas externas. La Ilustración hizo aparecer la idea de libertad, mientras que la Declaración de Independencia estadounidense (1776) y la Revolución Francesa(1789-1799) sirvieron de modelos para la lucha independentista.
Todas estas circunstancias coincidieron con un momento histórico que permitiría el inicio del proceso independentista...

¿Que pasó en España entre 1808 y 1814? En 1808, los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII abdicaron ante el emperador francés Napoleón I Bonaparte, cuyas tropas invadieron la península Ibérica. Comenzaba así la guerra de la Independencia española(1808-1814). Como consecuencia de estos hechos, y ante el vacío de poder, en las colonias españolas de América aparecieron las primeras juntas de gobierno. Cuando Fernando VII volvió al trono, en 1814, la guerra entre las colonias y España ya era inevitable.

FASES DE LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA
El proceso de independencia puede dividirse en dos grandes fases. La primera transcurrió entre 1808 y 1814, y estuvo caracterizada por la actuación de las juntas constituidas en las ciudades sudamericanas más importantes. Durante la segunda (1814-1826), tuvo lugar la guerra generalizada entre los patriotas (independentistas) y los realistas (españoles).

PRIMERA FASE (1808-1814)

Veamos el desarrollo de esta etapa en cada uno de los territorios americanos.

Virreinato del Río de la Plata. El principal protagonista de la independencia en la Banda Oriental (Uruguay) de los territorios rioplatenses fue José Gervasio Artigas. En Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810, se creó una Junta que envió a José Rondeau a la Banda Oriental y a Manuel Belgrano a Paraguay, para evitar la independencia propia de estos territorios. Un año más tarde, se proclamó la independencia de Paraguay, que se alejó de la emancipación del antiguo virreinato del Río de la Plata. La victoria de José de San Martín en la batalla de San Lorenzo (3 de febrero de 1813) y las de Belgrano en Tucumán(septiembre de 1812) y Salta (febrero de 1813) consolidaron la independencia de lo que años más tarde sería Argentina.

Alto Perú y Ecuador. El Alto Perú, que pertenecía hasta entonces al virreinato de la Plata, protagonizó los primeros movimientos de carácter independentista. La primera Junta que rompió abiertamente con las autoridades españolas fue la de Chuquisaca (actual Sucre, en Bolivia), cuando el 25 de mayo de 1809 el triunvirato (junta compuesta por tres miembros) de Bernardo de Monteagudo, Jaime de Zudáñez, y Lemoine apresó al presidente de la audiencia, García Pizarro. El 11 de octubre de 1810, se proclamó la independencia de Ecuador, pero en 1812, el virrey del Perú, José Fernando Abascal y Sousa, volvió a controlar toda la región, incluido el Alto Perú.

Virreinato de Nueva Granada. La figura de Simón Bolívar protagonizó el proceso independentista de Venezuela. En Caracas, se constituyó una Junta el 19 de abril de 1810, que proclamó la independencia del país el 5 de julio de 1811 y declaró establecida una república federal. Pero los enfrentamientos entre los dos principales dirigentes de la independencia, Bolívar y Francisco de Miranda, hicieron que en 1812 los realistas restablecieran el dominio español en Venezuela. Sin embargo, la Junta independentista de Santafé de Bogotá derrocó al virrey de Nueva Granada, Antonio Amar y Borbón, el 20 de julio de 1810. Así se establecieron las Provincias Unidas de Nueva Granada.

Chile. El 16 de julio de 1810, comenzó el proceso de la independencia chilena. En julio de 1811, José Miguel Carrera Verdugo se hizo con el poder, apoyado por Bernardo O´Higgins: se establecía la dictadura de Carrera y la independencia encubierta de Chile.

Virreinato de Nueva España. Aquí, los inicios de la independencia tuvieron un marcado carácter popular y revolucionario. Aunque la primera conspiración fracasó en 1809, el levantamiento del sacerdote Miguel Hidalgo en la ciudad mexicana de Dolores, el 16 de septiembre de 1810, se considera el verdadero inicio de la emancipación mexicana. No obstante, en 1811 Hidalgo fue derrotado y ejecutado por los realistas. En el sur, los insurgentes estuvieron dirigidos por el también sacerdote José María Morelos. Proclamaron la independencia de México y, en octubre de 1814, redactaron la primera Constitución. Pero Morelos también fue ejecutado por las tropas españolas, en 1815.

SEGUNDA FASE (1814-1826)

La reacción española motivó que se abriera la definitiva fase bélica, que culminó con el nacimiento o consolidación de los estados sudamericanos.

La reacción española (1814-1816).

En Nueva Granada, los realistas retomaron la iniciativa a finales de 1814, y Bolívar tuvo que escapar de allí rumbo al Caribe. En Perú, los realistas controlaron la mayor parte del territorio gracias a las victorias de Joaquín de la Pezuela en Vilcapugio y Ayohuma (1813). En Chile, la falta de entendimiento entre Carrera y O´Higgins condujo a la victoria realista deRancagua (1814). En 1816, la causa independentista solo parecía victoriosa en el territorio que habría de conformar Argentina, donde el Congreso de Tucumán proclamó la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el 9 de julio de ese mismo año.

Las grandes expediciones (1817-1822). A partir de 1817, la guerra se generalizó en todas las regiones de Sudamérica.

La victoria de José Antonio Páez en Las Queseras del Medio (abril de 1819) permitió a Bolívar cruzar los Andes, triunfar en la batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) y entrar en Santafé de Bogotá. En diciembre de ese año, se constituyó la República de la Gran Colombia, y Bolívar fue designado presidente. Tras su victoria en la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821), Bolívar consolidó la independencia de Venezuela. En mayo de 1822, Antonio José de Sucre venció en Pichincha. Bolívar entró en Quito en el mes de junio (liberada para los independentistas por Sucre) y se dirigió a Guayaquil. En el sur, el general San Martín creó en Mendoza el Ejército de los Andes, cruzó esta cordillera y derrotó a los españoles en la batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817), con la ayuda de Bernardo O´Higgins. La victoria patriota en la batalla de Maipú (5 de abril de 1818) aseguró la independencia de Chile. Ayudado por la flota del almirante británico Thomas Alexander Cochrane, San Martín inició la campaña de Perú. Logró ocupar Lima, el 9 de julio de 1821, y proclamó la independencia del país el 28 de julio siguiente. Nombrado `protector´ de Perú, convocó un Congreso Constituyente en 1822 y se dirigió a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar.

Las campañas finales (1822-1824). En la famosa entrevista de Guayaquil (26 de julio de 1822), Bolívar y San Martín acordaron que aquel se ocupara de los asuntos de Perú y que San Martín se retirara de la escena política. Los realistas mandados por Jerónimo Valdés recuperaron Lima en junio de 1823, lo que hizo necesaria la intervención de Sucre y del propio Bolívar, que en febrero de 1824 asumió la dictadura. Las victorias de Sucre sobre el realista José Canterac en Junín (6 de agosto de 1824) y sobre Valdés y el virrey José de la Serna e Hinojosa en Ayacucho (9 de diciembre de 1824) resultaron decisivas. La ocupación, en enero de 1826, del puerto peruano del Callao, último reducto del dominio español en el continente americano, puso fin a la guerra y aseguró definitivamente la independencia de la mayoría de las colonias hispanas en América.

La independencia de México. Después del fracaso de las rebeliones de Hidalgo y Morelos, fue Vicente Guerrero quien logró mantener la insurrección en el sur de México. En 1821, Agustín de Iturbide entró en contacto con Guerrero y, el 24 de febrero de ese año, lanzó un manifiesto conocido como el Plan de Iguala (o de las Tres Garantías), que establecía tres condiciones: la independencia de México, el mantenimiento del catolicismo y la igualdad de derechos para los españoles y los mexicanos. El 24 de agosto de ese mismo año, Iturbide y el virrey de Nueva España, Juan O´Donojú, firmaban el Tratado de Córdoba,por el que se declaraba la independencia de México.

La independencia de Centroamérica. En Centroamérica, se produjeron algunos intentos de rebelión a partir de 1811, pero todos ellos terminaron en fracaso, como los alzamientos del cura José Matías Delgado y Juan Argüello en El Salvador, o el intento de 1813 en Guatemala. En conjunto, el proceso de independencia en los territorios de la capitanía general de Guatemala fue menos violento que en otras regiones, y también, más tardío. En 1822, Iturbide incorporó Centroamérica al Imperio Mexicano, en contra de los deseos de la mayoría de la población. En 1823, tras la abdicación de Iturbide (que se había coronado emperador con el nombre de Agustín I), se crearon las Provincias Unidas del Centro de América, un estado federal que perduró hasta 1842.


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